A pesar del paso del tiempo, el recuerdo de aquellos recibimientos que pudimos vivir hace ahora aproximadamente 40 años sigue vivo en nuestra memoria. Recordamos con cariño y admiración aquel momento que quedó grabado en nuestra mente como un símbolo de unidad, pasión y triunfo deportivo. Sin duda, aquel desfile fluvial quedó marcado como una de las páginas athleticzales más brillantes y emocionantes de la historia rojiblanca.
Sin embargo, la historia de la gabarra tiene sus raíces mucho más profundas. Estamos a punto de alcanzar el hito del centenario desde la primera vez que la villa de Bilbao utilizó una gabarra para dar la bienvenida a unos campeones de fútbol. Esta es la emocionante historia del recibimiento al Acero de Olabeaga, campeón de la serie B en 1924.
Aquí fue donde todo dio inicio.
El fervor y la emoción se apoderaron de los alrededores de la estación del Norte mucho antes de la hora prevista para la llegada de los muchachos del Acero. A pesar de que el horizonte se cubrió de nubes, una multitud abrumadora se congregaba, deseosa de expresar su aprecio y afecto hacia los protagonistas del momento.
Tanto la Plaza Circular como calle de la Estación se encontraban saturadas de público, todos ansiosos por presenciar la llegada triunfal de los campeones de la Serie B de “football”. El ambiente vibraba con la emoción palpable donde una multitud entusiasta se congregó para dar la bienvenida a los de Olabeaga.
Finalmente, hacía las ocho de la tarde, un estallido de cohetes rompió el silencio anunciando la inminente llegada del tren que transportaba a los laureados aceristas. La mirada de la multitud se dirigía hacia las vías, aguardando con gran entusiasmo el arribo de los héroes deportivos.
Con la llegada del “rápido” de Madrid a la estación, el público que abarrotaba el andén estalló en una ovación estruendosa, un tributo ensordecedor al triunfo y dedicación de los jugadores. Los aplausos resonaron en el aire mientras los deportistas descendían del vagón, siendo recibidos con muestras de admiración y cariño que marcaban un momento inolvidable en la historia deportiva local.
El teniente alcalde señor Barandiarán, en nombre del alcalde de Bilbao, les dió la bienvenida. También saludaron a los equipiers el Presidente de la Federación señor Errasti, el Presidente del Athletic, señor Irezabal y el simpático y popular don Mario Ugarte, organizador del recibimiento, entre otras muchas personas y representantes de los clubs deportivos de la villa. Varios jóvenes de Olabeaga entregaron al capitán del equipo un ramo de flores.
La atmósfera festiva se apoderó de las calles de la ciudad en un despliegue de júbilo y celebración. Inmediatamente después de la llegada de los campeones, se formó una colorida comitiva para honrar su victoria. Encabezada por los txistularis, que marcaban el ritmo alegre del desfile, seguían varias bandas que interpretaban biribilketas festivas que llenaban el ambiente de energía positiva. El público, contagiado por la emoción del momento, se unía al compás de la música, saltando y entonando canciones en honor al Acero campeón. “Alirón, Alirón, ….”.
Tras las bandas de música, se sumaban las representaciones de las Clubs locales, Athletic, Arenas, Sestao, Erandio, Deusto, Padura, Fortuna, Portugalete, Santuchu, Elcano y otras muchas, cada una luciendo sus respectivas banderas y ocupando vehículos adornados para la ocasión. También se vio un camión engalanado, en representación del barrio de Uribitarte y un auto en el que iba luciendo una hermosa gorra artística, don José Luis Pitarque. Entre vítores y aplausos, la comitiva avanzaba por las calles, destacando la presencia de los aceristas en un autocar que cerraba la marcha.
El recorrido llevó a la comitiva por el puente de Isabel II (puente del Arenal), descendiendo hacia la Federación Vizcaína que se situaba en la calle Jardines. A lo largo del trayecto, las calles se llenaban de aplausos y muestras de aprecio hacia los campeones, quienes eran aclamados en cada esquina y callejón. El fervor y la camaradería inundaban la ciudad, en una demostración palpable del orgullo local por los logros deportivos alcanzados por el equipo de Olabeaga.
La caravana se detuvo frente al domicilio de la Federación, donde el presidente de la misma, señor Errasti, extendió una calurosa bienvenida a los recién llegados, elogiando su destacado triunfo. Tras los discursos, los campeones fueron agasajados con un merecido “lunch” en su honor. Una vez concluido la comitiva retomó su marcha, donde les esperaba una siguiente etapa de la celebración. Los directivos y miembros del equipo, acompañados por una banda de música, se dirigieron con destino al muelle del Arenal hacia una gabarra propiedad de la compañía naviera Sota especialmente engalanada con ramas y farolillos para dar continuidad a la festividad.
Sin embargo, en un giro inesperado, cuando los jugadores se disponían a embarcar rumbo a Olabeaga, donde continuarían con las celebraciones, las nubes descargaron su lluvia sobre la multitud. En cuestión de segundos, la gente se dispersó en todas direcciones en busca de refugio bajo los portales y cualquier cobertura disponible.
A pesar del repentino cambio climático, el espíritu festivo y el orgullo por la victoria del equipo campeón no se desvanecieron. La lluvia no logró apagar el fuego de la pasión que había encendido la hazaña deportiva, y la ciudad seguía vibrando con la emoción de la victoria.
Con la banda entonando el popular canto Atxuritarra subido en el vaporcito que había que remolcar a la gabarra, partieron por la ría en medio de una atmósfera de alegría y camaradería. A lo largo de las orillas del río, el público se congregaba en gran número, ocupando ambos márgenes para presenciar el paso de la comitiva. A medida que la comitiva pasaba, los barcos atracados en el ría se sumaron a la celebración, haciendo sonar sus sirenas en un gesto de alegría y reconocimiento.
El entusiasmo de la multitud era evidente, aplaudiendo con fervor cada momento de este pintoresco desfile fluvial. Una verdadera flotilla de bateles a la veneciana les fue dando escolta. El sonido estridente de las sirenas de los barcos que se alineaban en el trayecto competía con el chaparrón, pero no lograba opacar el fervor del momento. La escena resultó ser un espectáculo visualmente impresionante. Aunque las gotas caían sin piedad, la pasión del público y la colaboración de todos los involucrados en el evento hicieron que esta bienvenida se convirtiera en un capítulo inolvidable, marcando otro capítulo memorable en la celebración de los campeones y su destacado logro deportivo.
El recibimiento de los jugadores en el barrio de Olabeaga alcanzó proporciones extraordinarias, marcando un momento inolvidable. La expectación era palpable mientras todo el barrio se congregaba en las orillas del río, aguardando con entusiasmo la llegada de sus héroes deportivos. A raíz de la multitud congregada en el muelle, un lamentable incidente tuvo lugar cuando el joven vecino de dieciocho años, Miguel Landa, cayó al mar. La situación se vio agravada por el nivel bajo de la marea en ese momento, lo que resultó en un impacto en la cabeza y lesiones para el joven.
Cuando la comitiva hizo su aparición en la ría, el fervor de la multitud alcanzó su punto culminante. Las aclamaciones y vítores resonaron en el aire, inundando el ambiente con una energía contagiosa que reflejaba el orgullo y la admiración hacia sus jugadores. Sin embargo, a pesar de la efusión y el júbilo, los festejos planeados en el barrio se vieron afectados en parte por las inclemencias del tiempo. La persistente lluvia impidió la celebración de los eventos previstos, dejando a la multitud con un sentimiento agridulce tras la euforia inicial del recibimiento. Aun así, el espíritu de camaradería y apoyo mutuo permaneció intacto entre los habitantes del barrio, demostrando una vez más la fuerza y la unidad.
A disfrutar!!